domingo, 22 de julio de 2007

El Falso Borges

por Luis Alberto Lecuna

He contado en más de una ocasión que me acerqué a Borges en el ocaso de su vida, cuando logré como Director de Cultura que el municipio marplatense lo contratara para que formara parte de un ciclo de conferencias que habíamos organizado con Susana López Merino, entonces Directora del Teatro Auditorium.
Era ya una persona muy mayor, un anciano extremadamente dócil y agradable, que aceptó todas mis propuestas, incluso la de participar a posteriori de la conferencia, de un luego famoso especial de televisión.
En aquella época intuía en mí un destino literario, y para transitar el sendero del postborgesianismo, la única alternativa que encontré ante el muro infranqueable de su obra magnífica, era la transgresión, la irreverencia. Por eso admito que cuando lo conocí lo traté con la misma impertinencia fruto de la admiración, con que él y Eduardo González Lanuza trataron a Lugones cuando conocieron personalmente al autor del Salmo Pluvial.
Visité varias veces a Borges en su casa de la calle Maipú, y en uno de los últimos encuentros le comenté sobre lo avanzado de mi proyecto de escribir un libro junto a un grupo de secuaces literarios (la generación atlántica), dedicado a él y a su obra.
También le confesé que dado que no éramos demasiados como para constituir toda una generación de escritores, recurrí a Pessoa, dándole vida a varios heterónimos y seudónimos.
Me respondió que le parecía apropiado lo de los heterónimos, y que me agradecía mi generosidad, pero que seguramente encontraría a alguien más importante a quién dedicarle una obra.
Le leí partes del libro, y se mostró entusiasmado con los poemas, especialmente un soneto de Juan Pablo Neyret (“Invocación”), y mi poema “Mea Culpa”, y con los textos sobre el movimiento cobista.
Le pedí descaradamente que nos hiciera el prólogo, y me dijo como una manera simpática de evitar semejante compromiso, que mejor era que lo escribiera yo.
Le seguí la corriente y le dije que sí, pero que lo escribiría como si fuera él, y que después él debía corregirlo y firmarlo.
Parafraseándolo y acotando con el desparpajo que sólo podía darme la inconsciencia, le dije que después de todo, “la literatura es una sola, y en un autor están todos los autores.”
Le pregunté qué le parecía el titulo del libro (Colecticia Borgesiana), ya que hacía tiempo que en Mar del Plata hablábamos de obra “borgesiana”, y me contestó que estaba muy bien, reiterando por enésima vez que habíamos “madrugado” a los franceses, ya que el apelativo borgesiano era más apropiado que borgeano o borgiano.
Cuando volví a verlo con el prólogo terminado y se lo leí lentamente, me dijo que no había que hacerle ningún cambio, agregando con excesiva generosidad que él “no lo hubiera hecho mejor”.
Ni lerdo ni perezoso le repliqué que entonces podía estar perfectamente firmado por él, insistiendo con aquello de “que la literatura es una sola…”, y aceptando de algún modo la picardía, me dijo: “Como quiera usted, Lecuna.” Fue así que en la “Colecticia Borgesiana” apareció en su contratapa un prólogo escrito por mí, pero firmado en el pie con las letras “JLB”.
La salida elegante, en caso de que la travesura originara algún inconveniente, era que la sigla JLB pertenecía en realidad a mi otro primo, Jorge Luis Balmaceda, quien no había participado de la “Colecticia” por ser más afecto a Asimov y a H. P. Lovecraft que a Borges, pero que bien podía haber escrito un exordio.
Veinte años después, grande fue mi sorpresa al comprobar que aquella irreverente locura juvenil que escribí en forma de prólogo, había superado con éxito la erudita supervisión de calificados especialistas en Borges, y aparecía autenticada por los referentes oficiales y legales de la obra borgesiana como si fuera un verdadero escrito de JLB, en el volumen “Jorge Luis Borges, El Círculo Secreto, Prólogos y notas”, editado por Emecé, con el copyright de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges
Esa perseverante afirmación de Borges de que “la Literatura es una sola, y todos somos un único autor”, cobró irónicamente y de alguna manera, ciertos visos de realidad…
Como bien dice Graciela Montaldo en la solapa del libro “El Círculo Secreto”, es evidente la tarea que se ha implementado de “rehacer la obra post-mortem y empezar a escribir desde los noventa, un corpus completamente nuevo y crear, por tanto, un nuevo autor.”
Y para mí, “ser parte tangible de ese nuevo autor llamado Borges” no deja de ser un halago...


Transcripción del prólogo erróneamente atribuido a Jorge Luis Borges

(Jorge Luis Borges, “El Círculo Secreto, Prólogos y notas”,
pág. 268, EMECE Editores, 2003)

“Me han hablado, o más bien creo que he soñado acerca de una literatura fantástica del sudeste atlántico, de variaciones psicologistas de la metafísica borgesiana, de extrañas corrientes literarias como el cobismo, de no menos extrañas síntesis simbióticas como cortázares aborgesados, borges apessoados y viceversa, y de cierta colecticia borgesiana, que no sé si se refiere a una poco creíble sociedad literaria de gente nueva que tiene, para mi desgracia, una vaga afinidad por mi olvidable obra y con mis preferencias por la literatura, la filosofía y la ética, o la existencia de un libro imaginario formado por obras sueltas escritas por seres tan verídicos como los que alimentan mis ficciones.
También soñé, o me han comentado sobre la existencia de un movimiento borgesiano o neoborgesiano o postborgesiano, lo cual, tanto en vigilia como en sueños, no deja de ser una ingeniosa y mendaz ocurrencia.
Está claro que descreo de los movimientos, llámense clasicismo, romanticismo, ultraísmo, y mucho menos borgesianismo, palabra que de por sí me suena temeraria y asaz irreal.
Reconozco haber pertenecido a algunos grupos y corrientes literarias de los cuales renegué oportunamente. Al fin y al cabo, y por encima de toda antojadiza clasificación, la poesía es una sola, la prosa es una sola, y una sola la Literatura...”
JLB

© Luis Alberto Melograno Lecuna